Adiós a Pablo Milanés. Una voz que sonará por siempre
El cantautor Pablo Milanés ha muerto este martes de madrugada en Madrid a los 79 años, después de que se agravase su estado de salud debido a una enfermedad oncológica. Milanés es una de las grandes voces cubanas de todos los tiempos, el creador de canciones de amor inolvidables como Yolanda, Ámame como soy o El breve espacio en que no estás, que son ya himnos; un músico admirado y querido por sus compatriotas y también por importantes artistas de todos lados que hicieron suyas sus letras y lo llamaban, sencilla y cariñosamente, Pablo, o Pablito.

El artista musicalizó de muy joven los versos de Nicolás Guillén y José Martí (nada menos) y fue pilar y fundador destacado del movimiento de la Nueva Trova cubana, que deslumbró al mundo en los setenta, y en el que no le gustaba que lo encasillaran, pues su sensibilidad y su obra iban mucho más allá. También fue el cultivador brillante del filin (de feeling, sentimiento), del bolero y de la música tradicional cubana, el que primero rescató del olvido a viejos trovadores, como Compay Segundo, y sirvió de puente en su país entre generaciones y estilos, reconocido por su talento como uno de los grandes cantautores en lengua española.

¡Una voz que sonará por siempre!
"Si hay una voz que siempre me ha devuelto Cuba en cualquier lugar del mundo y me ha devuelto a mí a Cuba, mi corazón, ha sido la de Pablo. Pablo es la voz que me dice que todo fue un sueño, pero el sueño fue hermoso, aunque fuera un engaño. Para muchos el sueño fue real. Alguna vez. Con Pablo yo siento la pérdida de ese sueño que nunca hemos cumplido. Ese sueño eterno. Y me siento dichosa por haberlo tenido. Sobre todo, por tener la capacidad de inventarme otro", escribe su colega Mónica Baró, exiliada también, primero en Madrid y hoy en Nueva York.

Hablar solamente de sus composiciones políticas, o de las más poéticas, o de las más críticas en su desencanto, no es suficiente para comprender el verdadero significado y dimensión del cantautor, en quien era imposible separar al artista superdotado de la persona sensible, profundamente culta y cercana, que conectaba de inmediato con la gente y era capaz de mostrarse vulnerable ante el amor o de alzar su voz contra el racismo, la homofobia, el machismo (“la prefiero compartida antes que perder mi vida”, dice una de sus canciones), o de enfrentar cualquier injusticia.
Ese corazón tan especial, que ahora ha dejado de latir, es la esencia que explica su trayectoria vital y su obra, y es la razón de que su música siempre llegara al público y lo desarmara, cantara él sus propias canciones o interpretara los sones de los viejos trovadores, o de los clásicos del filin, el movimiento influido por el jazz que renovó la canción cubana en los cincuenta y sesenta, y que tuvo un gran peso en su formación.

Milanés no solo bebió del filin, bajo su fascinación compuso Mis 22 años, canción germinal que influyó notablemente en el surgimiento de la tendencia en la canción cubana conocida como Nueva Trova. Después, siendo ya un artista consagrado, le dedicó seis volúmenes al filin, que son verdaderas joyas de su discografía. En ellos interpretó como nadie a José Antonio Méndez, a Marta Valdés y a César Portillo de la Luz, entre otros grandes compositores, e igual pasó con la trova tradicional, léase cantando a Sindo Garay, o compartiendo descargas con Compay, Miguelito Cuní, Luis Peña (El Albino), o Cotán, a quienes regaló tres discos antológicos que tituló Años. Más allá de su ingente obra como compositor, Pablo siempre quiso ser, y fue, un gran puente entre géneros y generaciones de la mejor música popular cubana, pues, para él, esa sensibilidad era el fundamento de todo.
