SABOR AMARGO EN CADA INTERVENCIÓN

Todos fuimos invitados a la entrevista del Presidente con Carlos Vera; era obvio que después de una insípida conversación con fines netamente estratégicos que sostuvo con Rafel Cuesta en TC Televisión días atrás, los alcances fueron negativos. Sin pensar dos veces, había que cambiar de rumbo. La lista de medios y periodistas se reducía a Carlos Vera, quien acolite el show, y “bingo” con Alonso, el maltratado por Vera que se hizo viral.
Sin tanto libreto, y en un ping pon entre dos seres que tienen algo en común, el “egocentrismo”, empezó una entrevista, que no sería como la tertulia de Cuesta, sino, más bien, disparando cañones para encender a la audiencia. Con qué nos quedemos de esa entrevista: Que el Presidente sigue siendo el mismo.
Que su arrogancia prevalece sobre todas las cosas. Dice que él puede “dormir tranquilo”, mientras sus ciudadanos no conciben el sueño por la inseguridad, la falta de trabajo, la precaria situación económica, las deudas con la banca; y más aún la falta de medicamentos en hospitales.
Que su desconocimiento es mayor al que le atribuía al periodista. Tuvo errores como el cálculo matemático; ubicación geográfica y silencio en temas de enorme interés para el país.
Se vio a un Lasso preparado para responder las preguntas que Vera hacía entre cerrando los ojos y callando por la “retadas del Presidente”. Se vio a un Lasso que tenía un escuadrón de trolles aplaudiendo por internet cada salto y picada. Pero, ¿Qué nos queda de fondo? Un periodismo débil, acorralado por las circunstancias, con membretes falsos de libertad de expresión.
Un periodista que no le cuestiona a Lasso su doble discurso, sus errores de fondo y forma; la falta de credibilidad a su palabra; la inacción como Jefe de Estado; la falta de políticas públicas; la falta de liderazgo, en fin, todo lo que resume su calificación de acuerdo con al CID GALLUP, que lo ubica en el último puesto entre todos presidentes de América Latina con el 17% de aceptación.